Juan Carlos Echeverry PhD

En el siglo XX los principales productos de exportación fueron el café, hasta los años ochenta, y la cocaína, el carbón y el petróleo desde entonces. El café integró a Colombia, y construyó un núcleo próspero entre Medellín, Cali, Bogotá y Bucaramanga; allí ayudó a desarrollar la clase media, la manufactura, los servicios y la capacidad de los gobiernos.

Pero la potencia del café no alcanzó la periferia geográfica: la costa Pacífica, el Caribe, la frontera oriental y sur, desde el Cesar hasta los Llanos Orientales, el Amazonas, el Putumayo y Nariño.

Con la marihuana en los setenta, y la coca y la cocaína en los ochenta, afloraron vocaciones productivas y comerciales en varias regiones periféricas, al amparo de su lejanía y de la ineficacia estatal. La producción, transporte, intercambio y exportación de substancias ilícitas llevó riqueza a costa de desgobierno, crimen y corrupción, y una ley abusiva y despiadada impuesta por las FARC, los paras, los elenos y los carteles.

El carbón y el petróleo, también producidos en zonas periféricas, plantearon nuevos desafíos: la enfermedad holandesa, la maldición de los recursos naturales, los riesgos del medio ambiente y las bonanzas regionales con efectos nocivos como la inflación de precios, pérdida de atractivo de las actividades del campo, corrupción, crimen y prostitución.

El petróleo y la minería aportaron recursos para rescatar de la pobreza a millones de colombianos. La pobreza cayó de manera impresionante, de 60% a 24% de la población. Cada mes, dos y medio millones de familias pobres reciben transferencias del gobierno. La educación escolar y secundaria hoy es universal, y la impartida por el Estado es gratuita. La salud llega hoy a casi todos los colombianos. Su calidad es insuficiente, pero el primer paso era su universalización.

El Estado luchó y, en casos, ganó algunas guerras contra los malos, de los cuales había muchos. Aún aparecen violentos en zonas periféricas, pero las FARC, los carteles de los noventa y los paramilitares fueron combatidos por una fuerza pública que duplicó su tamaño, a más de 400 mil efectivos, bien dotados y con el monopolio del aire. Eso cambió para siempre el equilibrio de fuerzas.

Esos logros sociales y de seguridad habrían sido imposibles sin el petróleo, que ha llegado a generar una cuarta parte de los ingresos del Estado, y dos de cada tres pesos de inversión pública.

La desastrosa experiencia de Venezuela hace palpable los riesgos del petróleo mal manejado. Pero Noruega, Canadá, Inglaterra y Australia ponen de presente que una riqueza minera y petrolera se puede manejar bien.

¿Qué hace la diferencia? Instituciones que: 1) impongan orden en el manejo de las finanzas públicas; 2) generen equidad entre las regiones; 3) fuercen ahorrar en las bonanzas; 4) castiguen a los corruptos; 5) si la hay, mantengan una eficiente empresa estatal petrolera; y 6) promuevan una buena y rentable explotación privada.

Aprender eso es lento y doloroso. Colombia lo ha logrado con un sinnúmero de instituciones fiscales que van desde la ley de semáforos de 1997; la ley 617 de responsabilidad fiscal municipal y departamental de 2000; el Sistema General de Participaciones de 2001; la Ley 715 de educación y salud de 2001; las reformas pensionales de 2003 y 2005; los marcos fiscales y de gasto del 2003 y 2005; la sostenibilidad fiscal constitucional de 2011; la regla fiscal de 2011; la reforma de las regalías de 2011; las reformas de salud de 2011 y 2014; y las frecuentes reformas tributarias (16 en 25 años). Así evitamos el desastre que acabó con Venezuela.

Al petróleo se lo ha acusado de muchas cosas. Trato de responder a las más reiteradas:

1) ¿Ha acabado con la industria manufacturera? No solo en Colombia la industria pasó del 23% al 12% del PIB. No es por el petróleo, como lo muestra una amplia literatura internacional. Colombia no tiene la geografía ni la demografía de México y Brasil; y La debacle de Venezuela y Ecuador eliminó muchas exportaciones industriales. 

2) ¿Ha sido nocivo para las zonas productoras? Barrancabermeja prácticamente no existía hace 100 años; Villavicencio, Acacías y Castilla, entre otras ciudades, tienen un progreso evidente. Han exhibido inmigración, crimen y corrupción. Pero el presente es mejor que el pasado.


3) ¿Ha generado daño medioambiental? Los estándares de seguridad, sanidad en la disposición del agua y los residuos, integridad de equipos, entrenamiento y concientización de los operarios fueron insuficientes en el pasado. Hoy las condiciones de HSEC (Salud, Seguridad, Medio ambiente y Comunidades, por su sigla en inglés), han avanzado una enormidad. En la actualidad, esta industria es una de las más responsables, seguras, conscientes y entrenadas de Colombia. Se debe oír y atender mejor a las comunidades, y evitar accidentes y derrames.

4) ¿Colombia solo prospera cuando hay altos precios del petróleo? Acabamos de pasar uno de los ciclos de precios del petróleo más brutales conocidos. Durante el siglo XX, habría llevado a quiebras empresariales, desempleo, mora en vivienda, bancos intervenidos y una debacle financiera del Estado. No sucedió así entre 2014 y 2017. Las lecciones aprendidas por el Estado, las familias, las empresas y los bancos, permitieron sobrepasar esta destorcida petrolera sin una crisis generalizada.

4) ¿El fracking afectará el agua del país? Solamente habrá fracturamiento hidráulico en Santander, César y Bolívar. Desde hace 50 años se lo ha hecho, con seguridad y cuidado del agua y medio ambiente, en los yacimientos convencionales. Los expertos en hidrogeología asesorarán a las autoridades y a los supervisores para que no se afecten ni los acuíferos, ni las fuentes de agua de la población. Donde exista ese riesgo, no se debe hacer. La ciencia, no el misticismo y la desinformación, debe guiar a Colombia hacia esta nueva tecnología. Esos ricos yacimientos pueden mantener la autosuficiencia petrolera y ayudar a reducir la pobreza y generar prosperidad compartida.

Cincuenta millones de colombianos podemos vivir mucho mejor con un petróleo y gas bien explotados, rentable y gobernado por instituciones serias. Colombia es una historia de éxito, que ha exigido mucha claridad y esfuerzo construir.